Al proteger su espalda contra el muro
el olor a humedad se
esparce por la cueva,
penetrante le escuece
la garganta.
El pelo revuelto en
castaño claro,
un mechón enroscado
en el pendiente
el único que lleva
el que la salva de la
suerte.
De su frontal
una luz tenue riega
la oscuridad de sombras.
Aspira lo más que
puede
y sostiene el
silencio en su pecho,
pero la sangre fluye
la presión sacude
y estornuda una
carcajada.