martes, 22 de julio de 2014

Al proteger su espalda contra el muro
el olor a humedad se esparce por la cueva,
penetrante le escuece la garganta.
El pelo revuelto en castaño claro,
un mechón enroscado en el pendiente
el único que lleva
el que la salva de la suerte.
De su frontal 
una luz tenue riega la oscuridad de sombras.
Aspira lo más que puede
y sostiene el silencio en su pecho,
pero la sangre fluye
la presión sacude
y estornuda una carcajada.

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