martes, 9 de febrero de 2010

sh!

variaciones sobre un mismo tema desgastado
son ya las olas rompiendo en roca escarzada
el límite al amplio océano.
y paseo sumergidos mis pies en arena caudalosa
invisibles huellas en un momento fugaz
con vestido celeste y aire de salitre fragante
parece volar el silencio entre el rumor de la resaca.

domingo, 7 de febrero de 2010

silencio forzado

palabras que teméis de vosotras el significado
y permanecéis agarradas en algún lugar de mi garganta
preferís recluiros en incómodo acertijo
una parrafada de paradojas para ser leídas entrelíneas.
con vosotras atrapada resulto patéticamente pétrea

escritas y sobreescritas el miedo me da razones de no decir.

viernes, 5 de febrero de 2010

autocomplaciencia

acechada por el fracaso la autocompasión asoma
presa del victimismo decide autoinmolar su destino
tras arrancar unos llantos al espejo
viste su lúgubre apariencia y transita por los bares
en busca de algún incauto encantador de serpientes
que por una noche quiera probar de ella
son como sapos en una charca un día de lluvia
fáciles de atraer por una mosca
fáciles de contentar.
tan absurdamente previsibles
que aprovecha la ocasión para pasar
de la autocompasión a la autocomplaciencia.

jueves, 4 de febrero de 2010

nuestro secreto

son pequeñas confesiones tu desnudez y la mía.
palabras que asoman discretas escurridizas entre los labios
despliego tu sabor en mi paladar, lo aplasto con mi lengua
para que recorra toda mi boca
lentamente acerco tu gusto hasta el límite de mi garganta
y se despeña
con él yo resbalo me precipito
como niña rodando en una pendiente de hierba
mi cuerpo se deja llevar por la inercia
mientras mis extremidades dibujan contorsiones.
exhausta tras la caída me duermo anudada a tu cuello
de vez en cuando palpo tu pelo para conocer que es cierto.
acontece de nuevo nuestro secreto.

miércoles, 3 de febrero de 2010

la náusea

se asoma al abismo y escupe.
Dos dedos introducidos hasta la garganta
y la náusea que aflora
esparce con su agriedad el deleite
de retornar el malestar y el agravio
a su fuente.

Digerir el odio no es tarea fácil.
La convulsiva devolución,
íntima y reaccionaria,
deviene placentera y relajante.
A la presión en el estómago
y al torbellino de masa informe que arremete
contra la impotente respuesta al abuso,
le sigue un hueco en el centro del pecho
y la acidez del rencor.

La náusea como
el desprecio y la superioridad del que no teme
en un acto de secreta rebeldía
y purificante exorcización.