aburrido en tu caer despacio,
un ojo entreabierto susurra que hoy no queda más
que seguir desordenando sudor y sábanas a solas.
que seguir desordenando sudor y sábanas a solas.
ni
fuerzas para tocártela.
aún
imaginas multitud de árboles caídos
sus
hojas, sus frutos, sus ramas
un valle
desolado.
en cada
árbol un niño:
piruleta
en mano
con
camiseta a rayas
ojos como
platos
la lengua
insultando.
un agudo
insufrible, un grito de clarinete,
deja un
surco en el silencio
el azul del cielo atravesado por una vibración que se expande
el azul del cielo atravesado por una vibración que se expande
quemando
uñas y dientes.
leones sin garras, leones sin armas
leones sin garras, leones sin armas
como
gatitos en un saco
maúllan,
lloriquean;
sus
hocicos están secos
la
lágrima rueda por ellos
la
lágrima crece en un océano en el que flotan nasas vacías.
y el
hambre aflora,
el hambre
a vida.
no puedes
comerla sin dentadura,
ni arañar
un poquito de ella.
cierras el
ojo y la tormenta te esconde bajo la luna.
agazapado
relames tus heridas,
te agitas
repitiendo un ritmo conocido
abrazado
al vaivén de tu tema, lías la mente entre tus piernas
esperando
un sueño que no sea recordado
una
pesadilla ligera en blanco y negro
que no
deje mella en el día que llega.
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